Francisco Cepeda y “La Republicana”: Memoria, Historia y Ciclismo en España

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Hace exactamente 90 años, el 14 de julio de 1935, el ciclista español Francisco Cepeda perdió la vida en el Col du Galibier durante una etapa del Tour de Francia. Fue el primer corredor en morir en la historia de esta prestigiosa competición. Sin embargo, su nombre quedó prácticamente en el olvido: sin homenajes oficiales, sin reconocimientos amplios por parte de la organización o de los medios deportivos durante décadas.

Nacido en Sopuerta (Bizkaia), Cepeda tenía una prometedora carrera por delante. La caída que acabó con su vida ocurrió en un descenso peligroso, con condiciones climáticas adversas, un fallo mecánico y sin casco — un reflejo de la precariedad del ciclismo de aquella época. Su cuerpo fue repatriado en silencio, y la carrera continuó sin ninguna mención pública.

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La Republicana: ciclismo como acto de memoria

Este fin de semana, más de 150 cicloturistas completaron la emblemática marcha “La Republicana”, entre Jaca y Manresa, en un recorrido de 328 kilómetros. Este evento no es solo un desafío físico, sino también una acción simbólica en memoria de la Segunda República Española y de figuras como Cepeda, que forman parte de un pasado silenciado.

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La iniciativa promueve el ciclismo como una herramienta para reconectar con la historia, atravesando paisajes que fueron escenario de resistencia, exilio y represión. Muchos participantes llevan banderas republicanas o símbolos en sus bicicletas, en un viaje donde cada pedalada se convierte en un acto de recuerdo.

Ciclismo, legado y responsabilidad

El caso de Cepeda y eventos como “La Republicana” nos invitan a reflexionar sobre el papel del deporte en la preservación de la memoria colectiva. ¿Quién recordará a quienes pedaleaban antes que nosotros? ¿Cómo mantener viva la historia de los deportistas olvidados o de los episodios que marcaron la identidad de un país?

Mientras estrellas actuales como Tadej Pogačar y Jonas Vingegaard brillan en el Tour de Francia 2025, es justo volver la mirada a las raíces del ciclismo y dar visibilidad a nombres como el de Francisco Cepeda. Su sacrificio, aunque trágico, ayudó a sentar las bases de seguridad y profesionalismo que conocemos hoy en día.

Conclusión

Unir deporte e historia no es solo un ejercicio cultural, sino un gesto de humanidad. Que marchas como “La Republicana” sigan creciendo, y que nombres como Francisco Cepeda dejen de ser notas a pie de página para convertirse en capítulos fundamentales del relato deportivo español.

Porque pedalear también es recordar.

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